jueves, 24 de marzo de 2016

¿QUIÉN QUIERE SUPERHÉROES?








“El hombre con su conciencia siempre va a la zaga de los fines de lo inconsciente; cae en indolente inactividad, hasta que la libido lo incita a nuevos peligros; o bien en la cumbres de su existencia se apodera de él una nostalgia retrospectiva que lo paraliza. Pero si despierta y cede al peligroso afán de hacer lo prohibido o lo que parece imposible sucumbe o se convierte en héroe”

(Jung, 1993, pág. 355-356).

 


“El héroe que debe renovar el mundo y vencer a la muerte personifica la fuerza que creó al mundo, que incubándose a sí misma en la introversión, enroscándose en torno a su propio huevo como una serpiente, amenaza la vida con venenosa mordedura, para llevarla a la muerte y desde esa noche alumbrarla de nuevo, venciéndose a sí misma”


(Jung, 1993, pág.385)

 

 


Jung, Carl G. (1993). Símbolos de Transformación. Barcelona, Ediciones Paidos.






La industria del Cómic conoció una auténtica edad de oro bajo la batuta de las dos grandes empresas del rubro: DC COMICS Y MARVEL. La Dc Comics surge en 1934 como National Allied Publications, lanzando al mercado el primer superhéroe de la era contemporánea: Superman. En 1939 es creada la Timely Publications (posteriormente sería rebautizada como Marvel), la que lanza su primer superhéroe emblemático: el Capitán América. Tras una larga trayectoria en la que se pasó de la historieta al cine y televisión la industria del superhéroe de pronto entró en un declive acentuado desde la década del 90. Los personajes emblemáticos de ambas empresas de entretenimiento cayeron en el desgaste y pareció que ya nada se podía hacer por recuperarlos. Las taquillas cayeron hasta niveles ridículos y se recurrió a estrategias de impacto mediático como la de matar a los superhéroes para lograr aumentar las ventas. Por cierto que más de una vez el cómic utilizó estrategias que rozaban el mal gusto para favorecer las ventas. Algunos argumentos e imágenes llegaron a herir susceptibilidades y a provocar cuestionamientos éticos atendibles respecto al mensaje que se le estaba inoculando al público infantil y adolescente.

Tras finalizar la Guerra Fría de pronto ya nadie necesitaba superhéroes. Pero entonces ocurrieron los atentados a las Torres Gemelas en 2001 y luego el inicio de la Gran Depresión del mundo industrializado en 2008. El mundo estaba de nuevo susceptible a aceptar la irrupción de superhumanos en su vida cotidiana.

En realidad el ser humano por naturaleza siempre creyó en fuerzas superiores que encarnaban en formas humanas, animales o una combinación de ambas. Fuerzas positivas y protectoras o fuerzas negativas y destructoras. Pero también creyó en seres humanos que, por alguna razón inexplicable, servían de nexo con tales fuerzas. Los brujos solían ser respetados y temidos por las comunidades. También aquellos personajes sobresalientes por algún rasgo específico que los convertía en jefes o conductores de los clanes y tribus. Muchas veces los jefes surgían de supuestas visiones o rituales conducidos por sacerdotes o chamanes, lo que sugiere una conexión sobrenatural con la figura del líder. Muchas culturas desarrollaron la noción del Salvador, Avatar o Mesías, enviado por los dioses con un propósito cósmicamente trascendente.
En algún momento de la historia surgieron los hombres-dioses. Seres humanos destinados a gobernar a los demás. En Egipto, en Yucatán, en China, los reyes fueron considerados encarnaciones de dioses. Y así continuaron hasta que los pueblos perdieron la fe en ellos. Pero esa fe siempre se renueva y adquiere otras formas. El arquetipo del ser extraordinario que aparece en momentos de necesidad siempre está ahí, en algún lugar, pronto a reaparecer.
Los griegos creían que los dioses actuaban en el mundo humano todo el tiempo, adoptando aspecto de mortal. De repente podían encarnar en alguien y servirse de su cuerpo para interactuar con humanos. Al parecer los antiguos hebreos tenían una creencia similar: los ángeles podían adoptar formas mundanas y andar entre los hombres. La creencia de que el mundo sobrenatural puede en determinadas circunstancias manifestarse en el mundo “natural” es tan antigua como la humanidad. La Iglesia Católica en cierto modo lo acepta, si bien suele atribuirlo a demonios y seres malignos.
Pero el héroe en sí es de base griega. Tiene una base guerrera y, normalmente, solían estar relacionados de algún modo con lo divino. Podían ser descendientes de dioses o hijos de dioses. Evolucionaron en la Edad Media en la figura del caballero. Los caballeros muchas veces aparecen vinculados a un ser que representa una clase de fuerza a la vez demoníaca y divinal: el dragón. Muchos caballeros decían tener sangre de dragón. Representación de una fuerza antigua, anterior al cristianismo, el dragón fue el nexo con las fuerzas primigenias, ancestrales. Una fuerza que podía convertir a un ser humano en algo extraordinario, superior.

De modo que la Humanidad de algún modo siempre ha necesitado creer en hombres extraordinarios. Grandes líderes que parecen ser favorecidos por los dioses o tener alguna conexión con lo más alto. Seres que parecen estar más allá del bien y el mal o encarnar, en todo caso, alguna de esas fuerzas cósmicas que la mayoría de las culturas creen que hacen mover el mundo. Y es por esa razón que siempre renacerán las historias sobre héroes, superhéroes y superhumanos. Porque, en el fondo, todos creemos que la humanidad va hacia algo más grande. Es como si anheláramos todos, muy en lo profundo, llegar a ser dioses, inmortales, conocedores del bien y del mal… aunque se nos castigue con la miseria de la mortalidad por eso.


CRÉDITOS:

 Héroe: Álvaro Carrasco (Psicólogo, Magister en Psicología Clínica), Revista Encuentros. N.3 2011. Págs. 30 – 40  http://alvarocarrasco.cgjung.cl/textos/heroe.pdf

http://static.comicvine.com/uploads/original/8/80111/3400932-1thor.png




http://www.dragones.260mb.com/tatuajes/9c5fb91127.jpg?ckattempt=1
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